sin conexión





fin descalzo



Es el humor de quien la mira el que da su forma a la ciudad de Zemrude. Si pasas silbando, con la nariz levantada detrás del silbido, la conocerás de abajo para arriba: antepechos, cortinas que se agitan, surtidores. Si caminas con el mentón apoyado en el pecho, las uñas clavadas en las palmas, tus miradas quedarán atrapadas el ras del suelo, en el agua que corre al borde de la calzada, las alcantarillas, los espinazos de pescado, los papeles sucios. No puedo decir que un aspecto de la ciudad sea más verdadero que el otro, pero de la Zemrude de arriba oyes hablar sobre todo a quien la recuerda hundido en la Zemrude de abajo, recorriendo todos los días los mismos tramos de calle y encontrando en la mañana el malhumor del día anterior incrustado al pie de las paredes. Para todos, tarde o temprano, llega el día en que bajamos la mirada siguiendo las canaletas y no conseguimos volver a despegarla del pavimento. No está excluido lo contrario, pero es más raro; por eso seguimos dando vueltas por las calles de Zemrude excavando con los ojos debajo de los sótanos, de los cimientos, de los pozos.

Italo Calvino, Las ciudades Invisibles, Las ciudades y los ojos 2


EN TU LUGAR DESCONFIARÍA

En tu lugar desconfiaría del caballero de paja
Esa especie de Roger que libera a Angélica
Leitmotiv aquí de las bocas del metropolitano
Dispuestas en hilera en tus cabellos
En una encantadora alucinación liliputiense
Pero el caballero de paja el caballero de paja
Te sienta en la grupa y os precipitáis por la elevada alameda
Cuyas primeras hojas perdidas ponen mantequilla en las rosas

rodajas de pan del aire
Adoro esas hojas al igual
Que todo ]0 supremamente independiente que hay en ti
Su pálida balanza
Para calcular violetas
Justamente l0 que se necesita para que se transparente en los más

tiernos pliegues de tu cuerpo
El mensaje indescifrable capital
De una botella que ha conservado mucho tiempo el mar
Y las adoro cuando se amontonan como un gallo blanco
Furioso en la escalinata del castillo de la violencia
En la luz desgarradora en la que ya no se trata de vivir
En el soto encantado
Donde el cazador apunta con un fusil de culata de faisán
Esas hojas que son la moneda de Danae
Cuando me es posible acercarme a ti hasta no verte más
Para abrazar en ti ese sitio amarillo devastado
El más resplandeciente de tu ojo
Donde los árboles vuelan
Donde los edificios comienzan a ser sacudidos por una alegría

de mala ley

Donde los juegos del circo continúan en la calle con lujo

desenfrenado

Sobrevivir
A gran distancia dos o tres siluetas se destacan
Sobre el apretado grupo flamea la bandera de parlamento.


André Breton

"...también el comediante sabe en ocasiones actuar como un héroe, cuando obedece las reglas y las normas de la exhibición, cuando se calla las palabras que arden en su corazón y en sus labios..."










Sándor Márai



.
Siempre hay que aparentar la posesión de un fin!
.
No obstante, me gustaría casarme, por el solo hecho de experimentar un estado tan famoso.
.
Yo hablo como un nene cepillándose los dientes: sin convicción.
.
No obstante, en medio de mi terror estaba el pequeño miedo a perder la intensidad de mi sufrimiento.
.
Una puerta entreabierta es una sonrisa fatigada que te expresa que te tiene cierta simpatía pero que preferiría que te fueras.
.
Me estoy ahorrando para gastarme en algo que ignoro.
.
¿Quién muere de sed y no bebe porque no se le ocurrió nunca unir el acto de beber al de tener sed?
.
Soñaste siempre con prescindir del amor, con separarte, no brutalmente sino diciendo "no, gracias".
.
Puedes golpear, tal vez te abran pero ¿con qué rostro entrarás si tuviste que rogar y hacer escándalo?
.
Esta debiera ser mi consigna, echarme a patadas como si yo fuera un perrito que me jode.
.
Si no sucede algo definitivo no sé que haré. Probablemente algo definitivo.





"Diarios" de Alejandra Pizarnik

Pasaporte





¿Mujer de ideas? No, nunca he tenido una.
Jamás repetí otras (por pudor o por fallas nemotécnicas).
¿Mujer de acción? Tampoco.
Basta mirar la talla de mis pies y mis manos.



Mujer, pues, de palabra. No, de palabra no.
Pero sí de palabras,
muchas, contradictorias, hay, insignificantes,
sonido puro, vacuo cernido de arabescos,
juego de salón, chisme, espuma, olvido.



Pero si es necesaria una definición
para el papel de identidad, apunte
que soy mujer de buenas intenciones
y que he pavimentado
un camino directo y fácil al infierno.





Rosario Castellanos
Amuleto




" Tal vez fue la locura la que me impulsó a viajar. Puede que fuera la locura. Yo decía que había sido la cultura. Claro que la cultura a veces es la locura, o comprende la locura. Tal vez fue el desamor el que me impulsó a viajar. Tal vez fue un amor excesivo y desbordante. Tal vez fue la locura.
Lo único cierto es que llegué a México en 1965 y me planté en casa de León Felipe y en casa de Pedro Garfias y les dije aquí estoy para lo que gusten mandar. Y les debí de caer simpática, porque antipática no soy, aunque a veces soy pesada, pero antipática nunca. Y lo primero que hice fue coger una escoba y ponerme a barrer el suelo de sus casas y luego a limpiar las ventanas y cada vez que podía les pedía dinero y les hacía compra. Y ellos me decían con ese tono español tan peculiar, esa musiquilla ríspida que no los abandonó nunca, como si encircularan las zetas y las ces y como si dejaran a las eses más huérfanas y libidinosas que nunca, Auxilio, me decían, deja ya de trasegar por el piso, Auxilio, deja esos papeles tranquilos, mujer, que el polvo simpre se ha avenido con la literatura. Y yo me los quedaba mirando y pensaba cuánta razón tienen, el polvo siempre, y la literatura siempre, y como yo entonces era una buscadora de matices me imaginaba los libros quietos en las estanterías y me imaginaba el polvo del mundo que iba entrando en las bibliotecas, lentamente, perseverantemente, imparable, y entonces comprendía que los libros eran presa fácil del polvo (lo comprendía pero me negaba a aceptarlo), veía torbellinos de polvo, nubes de polvo que se materializaban en una pampa que existía en el fondo de mi memoria, y las nubes avanzaban hasta llegar al DF, las nubes de mi pampa particular que era la pampa de todos aunque muchos se negaban a verla, y entonces todo quedaba cubierto por la polvareda, los libros que había leído y los libros que pensaba leer, y ahí ya no había nada que hacer, por más que usara la escoba y el trapo el polvo no se iba a marchar jamás, porque ese polvo era parte consustancial de los libros y allí, a su manera, vivían o remedaban algo parecido a la vida.
"



Roberto Bolaño
Las Ciudades y los trueques



En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles
no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras,
los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones,
las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie,
las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras
miradas, no se detienen.
Pasa una muchacha que hace girar una sombrilla apoyada en su
hombro, y también un poco la redondez de las caderas. Pasa una mujer vestida de negro que representa todos los años que tiene, los ojos
inquietos bajo el velo y los labios trémulos.
Pasa un gigante tatuado; un hombre joven con el pelo blanco;
una enana; dos mellizas vestidas de coral. Algo corre entre ellos, un
intercambio de miradas como líneas que unen una figura con otra y
dibujan flechas, estrellas, triángulos, hasta que en un instante todas las
combinaciones se agotan y otros personajes entran en escena: un ciego
con un guepardo sujeto por una cadena, una cortesana con abanico de
plumas de avestruz, un efebo, una jamona. Así entre quienes por
casualidad se juntan bajo un soportal para guarecerse de la lluvia, o se
apiñan debajo del toldo del bazar, o se detienen a escuchar la banda en
la plaza, se consuman encuentros, seducciones, copulaciones, orgías,
sin cambiar una palabra, sin rozarse con un dedo, casi sin alzar los ojos.
Una vibración lujuriosa mueve continuamente a Cloe, la más casta
de las ciudades. Si hombres y mujeres empezaran a vivir sus efímeros
sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar
una historia de persecuciones, simulaciones, malentendidos, choques, opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría.



Italo Calvino- 'Las ciudades Invisibles'



"La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes."





Milan Kundera - 'La Insoportable levedad del ser'

MUJERES CONDENADAS




Como un rebaño pensativo sobre la arena acostadas,
entornan los ojos hacia el horizonte marino,
y sus pies que se buscan y sus manos enlazadas
tienen dulces languideces, amargos escalofríos.

Unas, corazones que aman las largas confidencias,
en el corazón de los bosques y junto a los arroyos,
deletrean el amor de las tímidas infancias
y marcan en el tronco los jóvenes arbolillos;

otras, como hermanas, andan lentas, graves,
a través de las rocas llenas de apariciones,
donde san Antonio vio surgir como lavas,
desnudo el seno, a sus purpúreas tentaciones.

Las hay que a la lumbre de resinas goteantes,
en el hueco mudo de los viejos antros paganos,
te llaman en socorro de sus fiebres aullantes,
¡oh Baco, adormecedor de viejos remordimientos!

Y otras, cuya garganta gusta de escapularios,
que, ocultando un látigo bajo sus largos vestidos,
mezclan en la noche oscura y los bosques solitarios
espuma del placer y lágrimas de la tortura.

¡Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh mártires!,
grandes espíritus negadores de la realidad,
buscadores de lo infinito, devotos y sátiros,
ora llenos de furor, ora llenos de llanto,

vosotras, a las que en vuestro infierno mi alma os [ha seguido,
pobres hermanas, os amo tanto como os compadezco
por vuestras dolorosas tristezas, vuestra sed no saciada,
y las urnas de amor que llenan vuestro corazón.





Charles Baudelaire- ' Las Flores del mal '
 

(...) '' Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.
Pero aquel hombre que no sabía nada de ella y sus libros, se le acercó como a cualquiera. Entonces la tía Daniela lo dotó de una inteligencia deslumbrante, una virtud de ángel y un talento de artista. Su cabeza lo miró de tantos modos que en doce días creyó conocer a cien hombres.
Lo quiso convencida de que Dios puede andar entre mortales, entregada hasta las uñas a los deseos y las ocurrencias de un tipo que nunca llegó para quedarse y jamás entendió uno solo de todos los poemas que Daniela quiso leerle para explicar su amor.
Un día, así como había llegado, se fue sin despedir siquiera. Y no hubo entonces en la redonda inteligencia de la tía Daniela un solo atisbo de entender qué había pasado.
Hipnotizada por un dolor sin nombre ni destino se volvió la más tonta de las tontas. Perderlo fue una larga pena como el insomnio, una vejez de siglos, el infierno.
Por unos días de luz, por un indicio, por los ojos de hierro y súplica que le prestó una noche, la tía Daniela enterró las ganas de estar viva y fue perdiendo el brillo de la piel, la fuerza de las piernas, la intensidad de la frente y las entrañas.
Se quedó casi ciega en tres meses, una joroba le creció en la espalda, y algo le sucedió a su termostato que a pesar de andar hasta en el rayo del sol con abrigo y calcetines, tiritaba de frío como si viviera en el centro mismo del invierno. La sacaban al aire como a un canario. Cerca le ponían fruta y galletas para que picoteara, pero su madre se llevaba las cosas intactas mientras ella seguía muda a pesar de los esfuerzos que todo el mundo hacía por distraerla.'' (...)




Angeles Mastreta
'Mujeres de Ojos Grandes'



“ La diferencia entre un loco y un piantado está en que el loco tiende a creerse cuerdo mientras que el piantado, sin reflexionar sistemáticamente en la cosa, siente que los cuerdos son demasiado almácigo simétrico y reloj suizo, el dos después del uno y antes del tres, con lo cual sin abrir juicio, porque un piantado no es nunca un bien pensante o una buena conciencia o un juez de turno, este sujeto continúa su camino por debajo de la vereda y más bien a contrapelo, y así sucede que mientras todo el mundo frena el auto cuando ve la luz roja, él aprieta el acelerador y Dios te libre. (...) Para entender a un loco conviene ser psiquiatra, aunque nunca alcanza, para entender a un piantado basta con el sentido del humor. Todo piantado es cronopio, es decir que el humor reemplaza gran parte de esas facultades mentales que hacen el orgullo de un profesor o de un doctor, cuya sola salida en caso de que les fallen es la locura, mientras que ser piantado no es ninguna salida sino una llegada.”
...




Julio Cortázar.
La vuelta al día en ochenta mundos.
(“Los piantados y los idos”. Tomo I)









El peor analfabeto, es el analfabeto político
él no escucha, no habla, no participa de
los acontecimientos políticos
El no sabe que el costo de la vida, el precio de los
porotos, del pescado, de la harina, del arriendo
del zapato y del remedio dependen de
las decisiones políticas.
El analfabeto político es un burro que se
enorgullece e infla el pecho diciendo que odia
la política
No sabe el imbécil que de su ignorancia
política nace la prostituta, el menor abandonado
el asaltante y el peor de todos los bandidos
que es el político sinvergüenza, deshonesto
corrupto y lacayo de las empresas nacionales
y multinacionales



BERTOLD BRECHT

La poesía es mi lengua

Abro mis labios, y deposito en la atmósfera un torrente de sol,
como un suicida que pone su semilla
en el aire cuando hace estallar sus sesos en el resplandor del laberinto.

Ya sé que el sol de la muerte me está haciendo girar en un eterno proceso
de rotación y traslación llamado falsamente Poesía.
A veces, como hoy, esta aparente confusión me hace reír a carcajadas.
Este torbellino de palabras volcánicas como una erupción,
que son una amenaza para los sacerdotes del soneto y el número.

Pero es un sol innumerable lo que me sale por la boca,
como un vómito de encendido carbón qué me abrasara las ideas y las vísceras.

Estoy perdido para el mundo,
aunque mi reino sean todos los mundos posibles,
porque yo soy el testigo de mi propia creación.
Mi creación es mi pasión. Por eso hago soplar los vientos
para que den testimonio de mis llamas.

Yo estoy en el medio de las pasiones que imitan la ululación de mi cólera,
porque de los apasionados es mi reino.
Cada lágrima derramada con pasión es un grano de arena robado al desierto del vacío.
Cada beso es una llama para el resplandor de los muertos.

Que el tiempo de los encantos es un baile de máscaras,
y nada vale rehuir su hechizo.
Las personas son máscaras; y las acciones juegos de enmascarados.
Los deseos, contribuyen al desarrollo normal de la farsa.
Los hombres denominan toda esta multiplicidad de seres y fenómenos,
y consumen el tesoro de sus días disfrazándose de muertos.

Yo vi el principio de esta especie de reptil y de nube.
Se reunían por la noche en las cavernas.
Dormían juntos para reproducirse.
Todos estaban solos con sus cuerpos desnudos.
En sus sueños volaban como todos los niños,
pero estaban seguros de su vuelo.

He nacido para conducirlos por el paso terrestre.
Soy la luz orgullosa del hombre encadenado.
Soy el torrente que echa a volar la moda y la costumbre,
y me encarno en los hombres de mil naturalezas
porque gusto mostrarme como un monstruo,
para que el hombre entienda cuándo soplan mis vientos.

Yo canto por la lengua de los arrebatados,
los que me identifican con su sangre y su rostro.

Todo hombre vuelve a mí cuando sube a buscar
el origen de su soledad que tanto lo alucina.
Cuando niños, los hombres me dan su corazón.
Después empiezan a podrirse,
y pierden el contacto con su animal sagrado.

El hombre que quería ser Dios, se está muriendo desde el comienzo de sus días.
El guerrero que quiso toda la superficie del planeta,
se está muriendo.
El hombre que soñaba
la conquista del sol, se está cada mañana obscureciendo.

Todo, y todo,
y todo
se está muriendo de sí mismo.

Pero yo soy el viento que sopla sobre el mar del tormento y del gozo.
El que arranca a los moribundos su más bella palabra.
El que ilumina la respiración de los vivientes.
El que aviva el fuego fragmentario de los pasajeros sonámbulos.

Yo soy el viento de su origen
que sopla donde quiere.

Mis alas invisibles
están grabadas en su esqueleto.
En este instante,
todos los hombres están oyendo mi golpe y mi palabra,
pero los dejo en libertad.

De La miseria del hombre, 1948

Gonzalo Rojas